Por RODOLFO DÍAZ VILLA
¿Por
qué los Villa? En realidad no lo sé, incluso hasta en la escuela y en el
trabajo me llaman igual, no me sorprende que sea en el barrio, así conocen a
mis padres y a mis hermanos, pero fuera del terruño es increíble. Mi padre y
mis tíos no llevan el apellido Villa, pero ay de aquel que dude que sean de los
Villa. Pero todos estamos contentos con formar parte del linaje de “LOS VILLA”.
Rodolfo Díaz Villa. |
Oriundo
del barrio, Francisco Moreno fue testigo de mi nacimiento (la calle claro),
aquí transcurrió mi infancia y así seguirá.
No
puedo –ni quiero- apartar de mi memoria los trabajos que pasaba para limpiar mi
tambor, la satisfacción de limpiarlo hasta que causara envidia, la sensibilidad
que había adquirido para estirar parejo el cuero, el cual además de estar
debidamente estirado debía tener la flexibilidad necesaria para tocarlo y se
oyera bien.
Con
cierta condescendencia me apuraba mi padre, “ya ves eso querías, te dije que el
tambor era pesado”.
Y
sí, en plena juventud, alrededor de 1978, ingresé a la fábrica de San Bruno
sobre todo para pertenecer a la banda de guerra, Silverio Díaz Salas, mi padre,
era el sargento de esa institución, lo acompañaba yo a la famosa “escoleta” o
sea la práctica o entrenamiento o ensayo para sus eventos. Esa era mi inquietud
y afortunadamente cumplí mi anhelo porque recién llegado me enlisté ahí.
Tradición
obliga. Fue un “seguir la línea” familiar, pero más por gusto, me sentí muy
orgulloso de pertenecer a la banda de guerra del sindicato de la fábrica textil
de San Bruno y aún lo disfruto. Mi abuelo Miguel Díaz Lima, fue el primer
bandero de la familia.
Tuve
la fortuna de conocer dentro de la factoría, ya como aprendiz, al maestro
Manuel Aparicio, aunque vecino de la casa no era lo mismo ya como instructor y
sobre todo de un gran nombre. Debo reconocer, sin embargo, que sólo hubo
enseñanza a fondo en tres lugares: batiente (es el primer paso de preparación
de hilados, de ahí salía un velo, un rollo de algodón o de poliéster, ya todo
limpio), las cardas (el siguiente paso donde se iba purificando el velo citado
y salía lo que se conocía como el pabilo) y estiradores (donde se hacían las
mesclas de algodón y poliéster), válgase decir que en este recorrido iba
saliendo el pabilo ya muy delgado y esos lugares formaban parte de proceso de
preparación de hilados.
Decía
que tuve la fortuna de aprender bien, con un pequeño “pero”… no se paraba de
caminar durante el turno, la maquinaria así lo exigía porque finalizaba el
proceso y había que llevar el producto a otra fase, o bien, fallas propias que
lo obligaban a uno a parar la máquina para desenredarla porque se atascaba o se
rompía el velo, a fin de restablecer el funcionamiento.
Pero
hablemos de riesgos: La Vista, el cambio de temperatura de elevada (29 a 32
grados constantes) y salir al ambiente medio que en contraste resultaba frío. El
oído, por el ruido tan elevado y constante, sí llegó a producir sordera en
varios compañeros. Los alacranes, dentro de las pacas de algodón, sí eran
venenosos y no contábamos con antídotos ¡DURANGO PRESENTE! Las serpientes, hubo
algunas de hasta un metro de longitud, como la encontrada en los tróciles.
Aquí
un recuerdo que cómo me da risa. Estando trabajando en la peinadora, llegó el
momento de limpiar que se hacía con un gancho. Al jalar un montón de
desperdicio del algodón dejé al descubierto un montoncito multicolor que se
movía, efectivamente eran tres pequeños coralillos, la impresión todavía la
conservo. Estaban en el piso a un lado de un “registro” en la trayectoria de
una tubería ya clausurada, entendiéndose que la mamá entró los dejó y se fue.
Aún sigo pensando dónde estaba la mamá.
También
fue venturoso que ahí terminé mis estudios de bachiller en la Artículo Tercero;
y la licenciatura en derecho de la facultad de la Universidad Veracruzana.
Tesorero
primero y Secretario del Exterior después fueron los logros dentro de la vida
sindical en San Bruno. Para quienes prestamos nuestros servicios en la
textilera siempre fue un gran orgullo pertenecer a alguna comisión o cargo
dentro del sindicato, nuevos aires se atisbaban interrumpidos por el cierre
definitivo de la factoría.
Desde
la telesecundaria San Bruno,
alrededor del ’77, con el ejemplo de mi hermano Ernesto Díaz Villa, empecé a
practicar el atletismo bajo la batuta del profesor Federico Hernández Arvizu,
de grata memoria y múltiples logros. Vaya un sentido recuerdo a su memoria.
1,500
a 800 metros fueron las competencias en que participó mi hermano, en tanto que
yo le entré al medio fondo que son carreras de 5 y 10 mil metros. Me cabe el
orgullo de haber conseguido un triunfo frente a una de nuestras glorias xalapeñas,
el famoso Héctor “El Chicles” Villanueva, en el estadio xalapeño cuando hice un
tiempo de 16 minutos en una carrera de 5 mil metros.
¿Conocen
el camino Córdoba – Fortín? Son aproximadamente 18 kilómetros y más o menos 54
minutos, que son los que hice corriendo, contra 600 competidores, consiguiendo
ni más ni menos que el tercer lugar. Muy buen resultado para ser la penúltima
carrera.
También
en otro deporte me cabe el orgullo de haber destacado, fui seleccionado por el
futbol de la escuela primaria Mártires
del 28 de Agosto de 1924, también en la selección de la telesecundaria, en
la que por cierto ganamos el torneo regional, integré entonces la selección
estatal de ese ramo y competimos a nivel nacional con no muy buenos resultados.
Ni qué decir de la preparatoria Artículo 3°,
donde fui seleccionado del turno vespertino y les ganamos a los del matutino,
entrándole al torneo regional. Para finalizar como seleccionado en la facultad
de derecho.
En equipos fui
campeón con el Dukla durante tres años consecutivos y dos alternados en la liga
de Coatepec; en la primera libre de la Normal Veracruzana con el equipo del
barrio; en la USBI con el equipo Proquiver y en segundo lugar jugando con Casa
Blanca. Segundo lugar en el campeonato estatal que se celebró en El Higo, con
la selección juvenil Xalapa; Auto Fernández, también con él fuimos campeones en
la liga de San Bruno, donde también fui campeón con el equipo San Bruno; con el
mismo nombre en la Liga Xalapeña de Futbol. También con el equipo Municipio,
que entrenaba Chucho Nava, dentro de la Liga Xalapeña; Unidad de Desarrollo,
otra liga, fuimos campeones con veteranos frente a casi puro chamaco. Y no
podía faltar el equipo del trabajo, de la PGJ, donde en un torneo interior de
la Procuraduría General de Justicia, fuimos campeones.
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