Grandes misterios de San Bruno.
Inocencio Castañares
Vivencia de Otilia
Castañares Vásquez
Julio 14 de
2014
Manuela Vásquez Nava y Otilia Castañares Vásquez
|
“Me platicaba mi
mamá”
28
de agosto de 1924.
“Eran
como las diez de la mañana –recuerda mi mamá Manuela Vásquez Nava-, yo estaba
lavando en los lavaderos de “La Bolsa”, cuando de pronto empezaron a llegar
muchos, pero muchos ‘guerrilleros’ con armas, qué se entiende carabinas, y
gritándonos ‘¡lárguense viejas!’, ‘¡váyanse’,
que fue la voz de arranque para todas las que estábamos en ese lugar. Yo me fui
volada para la casa llegando a mi cuartito para abrazar a mi hijo Timoteo
Hernández Vásquez quien estaba pegado a la pared muy espantado pues hubo muchos
disparos y escándalo, sin que volviera yo a salir por eso no me di cuenta del
tiempo transcurrido en que se fueron los facinerosos.” Qué incongruencia al
ahuyentarlas los pistoleros les salvaron la vida.
Sr. Timoteo Hernández Vásquez |
De
momento “no acataron” a que se debía ese desorden, al tranquilizarse, el saldo
no pudo ser más desgarrador. Como todo era reciente no podían precisar a
cuántos obreros se llevaron los delincuentes, pero sí se enteraron que la gran
mayoría había logrado huir, entre ellos recuerda a su compadre Rómulo García Falfán
quien se escondió en el río; de la muerte de un panadero que pasaba por ahí
(Fidencio Ocaña); uno más, Alberto Calderón, del cual platicaban sus familiares
que era un jovencito de dieciséis años a quien asesinaron a balazos por irse a
asomar a ver lo que sucedía desoyendo los consejos en contra (Sobre este hecho bueno es consignar que doña
Tila no vivió los hechos sólo es testigo de oídas).
La
versión de que iban borrachos los agresores fue confirmada porque antes del
arribo a la fábrica, los maleantes asaltaron la tienda de don Manuel Norato
ubicada en la orilla de enfrente a la factoría ¡llevándose todas las botellas
de licor! Y por esa razón su agresión fue desordenada pero sumamente
sangrienta. Más adelante se encontraba la carnicería de don Ruperto Cortés, la
cual no molestaron.
A
la distancia se impuso la versión de que había sido un asalto, pero en la época
cercana a esa agresión prevaleció la creencia de una represión a los obreros
por su filiación comunista.
Sr. Ruperto Cortés |
Un
incidente curioso fortalece esta idea: por el lugar por donde está ahora la
iglesia consagrada a San Bruno se encontraba el señor Ángel Martínez, obrero,
afecto al alcohol, que al ver el impresionante grupo de individuos que se
acercaban accionó su carabina hacia arriba en varias ocasiones a la vez que
gritaba “¡AHÍ VIENEN LOS SOLDADOS!”
Otra
más fue que se rumoraba insistentemente que a los obreros los habían armado,
sin precisar quién ni la razón, pero ese fatídico día no llevaban esas armas.
Coincidencia mortal.
Tampoco
se ha logrado aclarar si fue asaltada la administración, el local pues, o
alguno de sus empleados, ni el tiempo que duró esta insensatez.
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