Grandes Misterios de San Bruno
Inocencio Castañares.
Vivencia de Alejandro Hernández Ortíz
Don Alejandro Hernández Ortiz, “Confieso que fue lo que verdaderamente oí” |
En
rededor del año sangriento de 1924 y en éste mismo, hubo una inusitada
actividad comunista en el país a la cual San Bruno no fue ajeno, incluso las
consejas populares atribuían el nombre de la “Bolsa del Diablo” a que eran los
comunistas quienes ocupaban esa cuartería destinada a los obreros de la fábrica
textil. No era extraño escuchar “Arriba el Partido Comunista”, “Arriba Lenin”,
“Arriba Rosa Luxemburgo”.
Tiempo
fértil para la calumnia parió la acusación de que los obreros textiles estaban
armados, produciéndose un peligroso caldo de cultivo para la represión, pues en
ese tiempo el gobierno atacaba mucho a los comunistas. Las únicas armas con que
contaban nuestros familiares trabajadores, eran su peine para desenredar
tejidos, tijeritas y navas, simples herramientas de trabajo, que sólo servían
para espantar el sueño dado su inocuidad.
Platicaba
mi abuelita Rita Huerta que fue entre las 11 y las 12 horas de la mañana,
cuando se suponía que los obreros estaban en plenitud de sus labores,
totalmente concentrados, sin grandes posibilidades de escuchar algún sonido del
exterior por el intenso ruido que producían las máquinas; divididos en varios
grupos y por diferentes accesos penetraron al edificio los facinerosos que
comúnmente se conocían como los “Rebeldes”. Por el frente, por la loma, por la
entonces vía del ferrocarril ahora Ruiz Cortines.
Por
aquel tiempo, al frente del edificio estaban cuartos-habitación para obreros,
que con la modernización desaparecieron; en tanto que atrás estaba la fábrica,
los lavaderos y la “Bolsa del Diablo”, que no tan sólo eran viviendas sino
también escondite. Ahí llegaban comunistas de varias partes de la república los
despatriados de otras partes por haber cometido algún delito y les decían “te
vas a Orizaba”, “te vas a Xalapa.” Toda la zona fabril del estado pertenecía a
esa doctrina, era una corriente muy fuerte.
En
cambio, los “Rebeldes” estaban al servicio de los terratenientes, dueños de
grandes extensiones, temiendo que los comunistas se los quitaran. Y en esa
ocasión se supone que se juntaron más para el asalto. Si bien es cierto que por
ese tiempo se hablaba de la “Mano Negra” o de guardias blancas, como grupos de
pistoleros al servicio de terratenientes, lo que yo recuerdo es que a los
asaltantes de la fábrica se les conocía como los “Rebeldes”.
Más
de cien trabajadores componían el total de la fuerza laboral, que se hicieron
trescientos ochenta y dos con la modernización. Se trabajaba en dos turnos, uno
de las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde, el otro de las 5 de la tarde a
las una de la madrugada. Por tanto serían cerca de cincuenta compañeros que
componían el turno cuando se suscitaron lo hechos.
A
pesar de la sorpresa muchos se “juyeron”, otros se escondieron en los cuartos
de las calderas, unos más se escaparon por el río o por donde “Dios les dio a
entender”, y por eso nada más agarraron a diez. Mi padre Gonzalo Hernández
Huerta, logró salvar la vida escondiéndose debajo de su telar que tenía huecos
que le permitieron ocultarse y como los supuestos asaltantes recorrieron todo
rápido sin poner suficiente cuidado, pasó desapercibido. Él trabajaba como
tejedor en el turno matutino.
Por
aquellos días, la fábrica contaba con un camión viejo del cual no recuerdo la
marca pero le llamaban “La Güichita”, conducido por Ramón Fernández, de origen
español; era utilizada en cargar el petróleo para la fábrica; asimismo,
transportar la producción de tela ya terminada a la “Casa Olivier” que se ubica
aún en la esquina de Enríquez y Leandro Valle en el centro de Xalapa,
negociación que tiene muchísimos años de existencia.
Con
la producción de telas formaban rollos con un diámetro aproximado de 50
centímetros y entre 80 o 90 centímetros de ancho, tal vez con una longitud de
100 a 50 metros, de entre 30 a 40 kilogramos, porque se trataba de telares de
la fábrica vieja.
Sí
se trató de mártires porque fue una masacre, estaban indefensos, el panadero no
traía armas sólo pambazos o bolillos. En realidad sí fue dramático.
Difícilmente se puede pensar en un asalto pues calculo que cada persona podría
cargar entre dos y tres rollos, por un corto período de tiempo, por ello fue
que cargaron la “Güichita”. Aunque no se sabe cuál iba a ser el destino, la
orientación fue hacia la Luz del Barrio o Tlanelhuayocan ¿cuál nicho de mercado?
Ni el precio sabían los agresores; puede presumirse en consecuencia que unos
cuantos metros los venderían en los pueblos aledaños y lo demás repartirse
entre ellos. Definitivamente lo conseguido no fue redituable para considerarse
un asalto en forma, por lo demás fueron telas en bruto, aún no aptas para su
comercialización.
Algo
más llamó la atención. El camino que tomaron era para las bestias de los
arrieros donde transportaban madera que con el constante recorrer hicieron
zanjas y en una de ellas se sumió el camión al orillarse en el camino que no
era para carros. Ahí se atoró sin poder avanzar más, dejándolo en libertad y
entonces sí cargaron a los obreros.
Tiempo
después un sujeto que dijo ser de los pistoleros, dio informes en el sentido de
que a los obreros los llevaron a Plan de Naranjillo, localidad de la
congregación de San Antonio Hidalgo, del municipio de Tlanelhuayocan, cavaron
sus fosas que fueron dos hoyancos y los balacearon, arrojándolos al interior,
unos moribundos, heridos o muertos. Los guió y encontraron puros huesos pues ya
tenían un año. No se explican cómo llegó ese individuo cómo les dio informes y
cómo no le hicieron nada. Hasta se pensó que le remordió la conciencia.
Nací
el 26 de octubre de 1921, la narración de los hechos la conocí muy de cerca, no
fue registro documental sino tradición oral, sólo agrego que la calle principal
del barrio se conocía como Calzada de San Bruno, después de la masacre avenida
Mártires del 28 de Agosto y que al nombre de uno de los mártires es José D.
Hernández, aún joven cuando le arrebataron la vida.
De
lo relatado pienso se desprende que no hubo complicidad de la administración de
la fábrica, tal vez tolerancia a una decisión de los grupos de poder de la
época, buscando desterrar el comunismo en esta región como hechos subsecuentes
lo demostraron. Significativo o no, las labores en la factoría no se
interrumpieron.
San Bruno, otra vez San Bruno. Hay que localizar a los familiares y decirles que 28 de agosto no se olvida.
ResponderEliminarguuuuustaaaaaa
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