Grandes Misterios de San Bruno.
Juan José Llanes Gil del Ángel.
Sobreviviente del asalto a San Bruno.
Vivencia de Oliverio Gutiérrez Barrientos, un hombre sin
homenajes, pero feliz.
diciembre 9 de 1997
Sr. Oliverio Gutiérrez Barrientos. |
Si el 28 de agosto de 1924
Oliverio Gutiérrez Barrientos no se hubiera escondido entre las máquinas de la
fábrica de San Bruno, la historia de cómo ocurrieron los hechos o su vida misma
jamás se habría contado… Porque al no hacer caso a Ezequiel Alatriste – quien le
pidió que lo acompañara a ver cómo se llevaban al resto de los obreros- y la
falta de valor de los gavilleros que asaltaron la fábrica, quienes no se
metieron entre los telares, don Oliverio se salvó.
Ahora, a más de setenta años
de distancia, en la quietud de su casa en la colonia 21 de Marzo, Oliverio
Gutiérrez Barrientos describe sus aficiones ( la pintura, el dibujo, el tallado
de madera), su orgullo de ser padre, abuelo y bisabuelo, así como la anécdota
que le marcó la vida: estuvo en el lugar incorrecto, en la fecha equivocada, a
la hora trágica en que murieron casi una veintena de personas – incluyendo a un
panadero y dos lecheros – durante el asalto a la fábrica textil de San Bruno.
Él vivió para contarlo.
En aquellos
<<tejedistas>> tiempos, los obreros llegaban armados a su centro de
trabajo para proteger a la fábrica de las gavillas que asolaban la región y que
encabezaban Uriel Martínez, Antonio Virués, Ricardo Arenas y David Franzoni; pero aquel 28 de agosto les
quitaron los máuser y las 30-30.
Dn Oliverio especula frente
al entrevistador sobre la <<repartición de responsabilidades>>; a
fin de cuentas si los textileros hubiesen estado armados…Los terratenientes tenían
miedo de los sindicatos obreros, de los campesinos; temían que les quitaran sus
fincas y por eso pagaban a guardias blancas, que además asaltaban y robaban.
Entre los mismos facinerosos
había problemas, disputas de poder, peleas por las armas; la fábrica era un
objetivo de asalto, sobre todo por la gran cantidad de pistolas y carabinas que
los trabajadores traían. Armas que ese
día los patrones – por alguna razón desconocida – les prohibieron meter a la
textilera y que el obrero Oliverio Gutiérrez escondió en su casa.
Don Oliverio recuerda a los <<Zaldo
Hermanos>> y a los <<Rivera>> como patrones, y por lo menos
doce gerentes y administradores; comenzó desde abajo – como barrendero - y llegó a ser jefe de almacén de refacciones. Sindicalista también, alcanzó
el liderazgo del Sindicato Industrial de Empleados Textiles del que fue
Secretario General en 1946, el cual agremiaba a los obreros de las fábricas de
San Bruno, El Dique, La Purísima y la Fama. También fue parte del equipo de
Morones en los incipientes años de la
CROM, como secretario del Exterior del Comité Central.
Los inestables años veinte
trajeron consigo, no obstante, la prosperidad
de las textileras; las telas de San bruno se distribuían en Uruguay
número 25, en la ciudad de México, asiento de <<Zaldo Hermanos>.
Oliverio, joven y soltero por aquellos tiempos, vivía en Lucas Martín con sus
padres y hermanos; le había tomado gusto al oficio que desempeñaría para
sobrevivir, luego de haber sido ayudante de telares en la fábrica La Criolla,
cuando era niño.
Acostumbrado a hablar sobre
la fábrica de San Bruno y de la matanza de aquel aciago 28 de agosto, don Oliverio, con sus noventa y
un primaveras recuerda con nostalgia que la prensa, hasta hace algunos años todavía,
acudía a él para que les contara la anécdota. Ahora ya no.
Probablemente su sorpresa
responda a que la historia de la fábrica y del barrio sólo nos interesa porque
forma parte de la suya; vamos por su
historia – le digo -. <<Háblenos de usted.>>
Entonces don Oliverio, veloz
todavía, abre un cajón de trinchador de la sala y saca fotos, oficios, recortes
de periódico; muestra sus trabajos de madera incrustada, el bastón que se hizo
con madera y bejuco, el retrato de sus
nietos en Arlington, la credencial que lo acreditaba como corresponsal del
periódico El Nacional en 1934, su diploma por haber servido en el Ejército en
1942, los oficios que firmaba como líder sindical…
Tres fotografías guarda con
especial afecto: la suya a la edad de seis años, tomada en 1912 por
<<Jiménez, el único fotógrafo que había en Xalapa>>; otra que le
dedica a su esposa en 1937 y la de su boda en 1940.
Recuerda con cariño a don
Juan E. Longuet -a quien respetuoso
llama <<mi maestro>> - y
con rabia la manera en la que acaba sus
días el ilustre educador: <<abandonando en Coatepec, requiriendo ayuda
para cruzar la vía del tren Xalapa-Teocelo>>.
Sin tanta veneración, pero
con nostalgia, hace memoria de sus compañeros del Instituto Xalapeño – aquel que
estaba en la calle de Belén, hoy Lucio-, entre ellos Carlos Lascuraín, José
Tanos, Manuel Nogueira y otros cuyos nombres ahora llevan las placas de las calles.
Allí en el Instituto –al que
lo llevó su padrino Rafael Jiménez, sobrino de Juan E. Longuet- don Oliverio
tomó lecciones de Instrucción Moral, Urbanidad y Buenos Modales, Lectura
explicada en prosa y verso, Gramática castellana explicada, Aritmética
elemental, teórico-práctica y mercantil, teneduría de libros… <<y
dibujos>>, agrega contento, cuando muestra fojas amarillas ( de 1919 y
1920) con dibujos a lápiz.
En la pasta del folleto que
ilustraba al instituto se leían los costos:
los internos pagaban sesenta pesos, los semi-internos cincuenta y los externos
seis pesos. Don Oliverio aclara que él sólo pagaba cinco, gracias al maestro
Longuet, pero eso no lo hace sentirse
menos porque <<eran pesotes de oro>> que se los devolvían
por hacer, entre otros servicios, el de mozo en la casa del dueño del
instituto. Años más tarde él escribiría y publicaría la vida de Longuet.
Bravo como sindicalista,
muestra los recortes de prensa en los cuales fustigó a los nuevos dirigentes
sindicales. Comenta que participó en la planilla de Morones en la CROM. Es de
recordar la frase aquella que circulaba durante los años del boom sindicalista,
aludiendo a las siglas de la Confederación Revolucionaria de Obreros de México:
Cómo Roba Oro Morones, a la que los trabajadores
respondían volteando las siglas:
Más Oro Roba Calles…
-
¿ Es cierto que Morones era mala gente…?
-
Tan malo como todos los que hay ahora…
Ahora , viendo morir al
siglo que junto con él nació, da la impresión de que sobrevivirá también el fin
del que le sigue. Cobra su pensión de 800 pesos como jubilado desde 1970. Fue
amigo de todos los que cayeron en la fábrica de San Bruno, y aun cuando no hay
calle que lleve su nombre don Oliverio Gutiérrez Barrientos es feliz; sobre todo
porque está vivo.
¡¡¡¡YA QUÉ MÁS QUEREMOS!!!! SÍ HAY HISTORIA EN SAN BRUNO. EL PASADO HA SIDO DE LUCHA CRUENTA, DEMOSTREMOS EN EL PRESENTE QUE LOS RIESGOS NOS PELAN LOS DIENTES. ¡¡¡SANBRULEÑOS, AQUÍ ESTAMOS!!!
ResponderEliminarO sea que en realidad los facinerosos no iban por la tela; lo que en realidad querían era las armas y chingarse de paso a uno que otro obrero y con esto causar terror. Además, los bandidos ni siquiera tocaron la administración de la fábrica. Nos la partieron gacha.
ResponderEliminarGuardias blancas al servicio del gobierno,de los terratenientes y de los patrones. Nada ha cambiado.
Muy bueno el artículo.