El barrio de San Bruno en Xalapa, es una publicación que pongo a su disposición a partir del mes de Septiembre del 2012, con la intención de dar a conocer la riqueza social, cultural e histórica que el barrio de San Bruno brinda no sólo a la Ciudad de Xalapa, sino a todo el estado de Veracruz..
Mención aparte merece la extinta Fábrica de San Bruno, donde se dieron toda una serie de hechos sociales, en los que hoy por hoy constituyen nuestro máximo legado histórico que dieron nuestros obreros textiles; por pocos conocida y ocultada por los intereses trastocados.

martes, 22 de julio de 2014

Oliverio Gutiérrez Barrientos

Grandes Misterios de San Bruno.

Juan José Llanes Gil del Ángel.

Sobreviviente del asalto a San Bruno.

Vivencia de  Oliverio Gutiérrez Barrientos, un hombre sin homenajes, pero feliz.
diciembre 9 de 1997

Sr. Oliverio Gutiérrez Barrientos. 
Si el 28 de agosto de 1924 Oliverio Gutiérrez Barrientos no se hubiera escondido entre las máquinas de la fábrica de San Bruno, la historia de cómo ocurrieron los hechos o su vida misma jamás se habría contado… Porque al no hacer caso a Ezequiel Alatriste  – quien le pidió que lo acompañara a ver cómo se llevaban al resto de los obreros- y la falta de valor de los gavilleros que asaltaron la fábrica, quienes no se metieron entre los telares, don Oliverio se salvó.

Ahora, a más de setenta años de distancia, en la quietud de su casa en la colonia 21 de Marzo, Oliverio Gutiérrez Barrientos describe sus aficiones ( la pintura, el dibujo, el tallado de madera), su orgullo de ser padre, abuelo y bisabuelo, así como la anécdota que le marcó la vida: estuvo en el lugar incorrecto, en la fecha equivocada, a la hora trágica en que murieron casi una veintena de personas – incluyendo a un panadero y dos lecheros – durante el asalto a la fábrica textil de San Bruno. Él vivió para contarlo.

En aquellos <<tejedistas>> tiempos, los obreros llegaban armados a su centro de trabajo para proteger a la fábrica de las gavillas que asolaban la región y que encabezaban Uriel Martínez, Antonio Virués, Ricardo Arenas  y David Franzoni; pero aquel 28 de agosto les quitaron los máuser y las 30-30.

Dn Oliverio especula frente al entrevistador sobre la <<repartición de responsabilidades>>; a fin de cuentas si los textileros hubiesen estado armados…Los terratenientes tenían miedo de los sindicatos obreros, de los campesinos; temían que les quitaran sus fincas y por eso pagaban a guardias blancas, que además asaltaban y robaban.

Entre los mismos facinerosos había problemas, disputas de poder, peleas por las armas; la fábrica era un objetivo de asalto, sobre todo por la gran cantidad de pistolas y carabinas que los trabajadores  traían. Armas que ese día los patrones – por alguna razón desconocida – les prohibieron meter a la textilera y que el obrero Oliverio Gutiérrez escondió en su casa.

Don Oliverio recuerda a los <<Zaldo Hermanos>> y a los <<Rivera>> como patrones, y por lo menos doce gerentes y administradores; comenzó desde abajo – como barrendero -  y llegó a ser jefe de almacén  de refacciones. Sindicalista también, alcanzó el liderazgo del Sindicato Industrial de Empleados Textiles del que fue Secretario General en 1946, el cual agremiaba a los obreros de las fábricas de San Bruno, El Dique, La Purísima y la Fama. También fue parte del equipo de Morones en los incipientes años de  la CROM, como secretario del Exterior del Comité Central.

Los inestables años veinte trajeron consigo, no obstante, la prosperidad  de las textileras; las telas de San bruno se distribuían en Uruguay número 25, en la ciudad de México, asiento de <<Zaldo Hermanos>. Oliverio, joven y soltero por aquellos tiempos, vivía en Lucas Martín con sus padres y hermanos; le había tomado gusto al oficio que desempeñaría para sobrevivir, luego de haber sido ayudante de telares en la fábrica La Criolla, cuando era niño.
Acostumbrado a hablar sobre la fábrica de San Bruno y de la matanza de aquel aciago  28 de agosto, don Oliverio, con sus noventa y un primaveras recuerda con nostalgia que la prensa, hasta hace algunos años todavía, acudía a él para que les contara la anécdota. Ahora ya no.
Probablemente su sorpresa responda a que la historia de la fábrica y del barrio sólo nos interesa porque forma parte  de la suya; vamos por su historia – le digo -. <<Háblenos de usted.>>
Entonces don Oliverio, veloz todavía, abre un cajón de trinchador de la sala y saca fotos, oficios, recortes de periódico; muestra sus trabajos de madera incrustada, el bastón que se hizo con madera y bejuco, el retrato  de sus nietos en Arlington, la credencial que lo acreditaba como corresponsal del periódico El Nacional en 1934, su diploma por haber servido en el Ejército en 1942, los oficios que firmaba como líder sindical…

Tres fotografías guarda con especial afecto: la suya a la edad de seis años, tomada en 1912 por <<Jiménez, el único fotógrafo que había en Xalapa>>; otra que le dedica a su esposa en 1937 y la de su boda en 1940.

Recuerda con cariño a don Juan E. Longuet  -a quien respetuoso llama <<mi maestro>> -  y con  rabia la manera en la que acaba sus días el ilustre educador: <<abandonando en Coatepec, requiriendo ayuda para cruzar la vía del tren Xalapa-Teocelo>>.

Sin tanta veneración, pero con nostalgia, hace memoria de sus compañeros del Instituto Xalapeño – aquel que estaba en la calle de Belén, hoy Lucio-, entre ellos Carlos Lascuraín, José Tanos, Manuel Nogueira y otros cuyos nombres ahora llevan las placas de las calles.

Allí en el Instituto –al que lo llevó su padrino Rafael Jiménez, sobrino de Juan E. Longuet- don Oliverio tomó lecciones de Instrucción Moral, Urbanidad y Buenos Modales, Lectura explicada en prosa y verso, Gramática castellana explicada, Aritmética elemental, teórico-práctica y mercantil, teneduría de libros… <<y dibujos>>, agrega contento, cuando muestra fojas amarillas ( de 1919 y 1920)  con dibujos a lápiz.

En la pasta del folleto que ilustraba al  instituto se leían los costos: los internos pagaban sesenta pesos, los semi-internos cincuenta y los externos seis pesos. Don Oliverio aclara que él sólo pagaba cinco, gracias al maestro Longuet, pero eso no lo hace sentirse  menos porque <<eran pesotes de oro>> que se los devolvían por hacer, entre otros servicios, el de mozo en la casa del dueño del instituto. Años más tarde él escribiría y publicaría la vida de Longuet.
Bravo como sindicalista, muestra los recortes de prensa en los cuales fustigó a los nuevos dirigentes sindicales. Comenta que participó en la planilla de Morones en la CROM. Es de recordar la frase aquella que circulaba durante los años del boom sindicalista, aludiendo a las siglas de la Confederación Revolucionaria de Obreros de México: Cómo Roba Oro Morones, a la que los trabajadores respondían volteando las siglas:

Más Oro Roba Calles…
-       ¿ Es cierto que Morones era mala gente…?
-       Tan malo como todos los que hay ahora…

Ahora , viendo morir al siglo que junto con él nació, da la impresión de que sobrevivirá también el fin del que le sigue. Cobra su pensión de 800 pesos como jubilado desde 1970. Fue amigo de todos los que cayeron en la fábrica de San Bruno, y aun cuando no hay calle que lleve su nombre don Oliverio Gutiérrez Barrientos es feliz; sobre todo porque está vivo. 


2 comentarios:

  1. ¡¡¡¡YA QUÉ MÁS QUEREMOS!!!! SÍ HAY HISTORIA EN SAN BRUNO. EL PASADO HA SIDO DE LUCHA CRUENTA, DEMOSTREMOS EN EL PRESENTE QUE LOS RIESGOS NOS PELAN LOS DIENTES. ¡¡¡SANBRULEÑOS, AQUÍ ESTAMOS!!!

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  2. O sea que en realidad los facinerosos no iban por la tela; lo que en realidad querían era las armas y chingarse de paso a uno que otro obrero y con esto causar terror. Además, los bandidos ni siquiera tocaron la administración de la fábrica. Nos la partieron gacha.
    Guardias blancas al servicio del gobierno,de los terratenientes y de los patrones. Nada ha cambiado.
    Muy bueno el artículo.

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